La Hipoacusía o sordera en los niños: Signos de alerta

La Hipoacusía es la disminución o carencia de la audición y se puede clasificar como leve, moderada y severa. Es más conocida como sordera.

Hipoacusía leve:
Esta deficiencia puede pasar desapercibida, pero para algunas maestras entrenadas, signos tales como agresividad extremas o tendencias aislacionistas pueden darles algunas pistas y motivar una consulta con los especialistas. Con el tiempo estos niños aprenden a reaccionar adecuadamente ante los confusos estímulos sonoros y llegan a reconocer voces familiares de las que no lo son. Generalmente se muestran hiperactivos en el aula y el recreo, aunque a veces está característica es suprimida por la timidez.

La sensación de que el niño a veces está “en la luna” puede ser también un indicio, debido a que algunos ruidos escapan a su percepción.

Hipoacusía moderada:
A este nivel las señales son más fáciles de identificar. Por ejemplo, sus gritos, llantos y gesticulaciones se sienten carentes de musicalidad, armonía y entonación. Pueden no ser despertados por ruidos que a criterio del educador deberían haberlo hecho. El reflejo de la orientación puede presentarse y desaparecer con frecuencia, salvo ante estímulos muy intensos (muy graves o muy agudos), en los cuales se anula.

Es vivaz, despierto y ávido de experimentar y de explorar constantemente su entorno. Logra elaborar un código muy personal para comunicar sus necesidades, a través de vocalizaciones poco articuladas o inarticuladas.

Hipoacusía severa:
El diagnóstico puede hacerse a temprana edad -siempre y cuando se cuente con los recursos tecnológicos necesarios- incluso antes de cumplir un año. De ser definida en esta categoría, la solución inmediata será el uso de un audífono.

Las dificultades son grandes para aquellos niños a los que no se les logró diagnosticar la severidad de su sordera al tiempo. No tienen acceso a la educación regular, su desenvolvimiento social es penoso y su lenguaje no pasa de los recursos básicos, acompañados de una mímica adecuada, pero de vocalizaciones carentes de armonía y modulación. Los ruidos comunes no generan reflejos de orientación. Pero su inteligencia, si bien no ha sido desarrollada, está intacta y le permite construir sus propios códigos y comunicarse eficientemente con ellos.

La sordera en sus diferentes niveles es una de las patologías del lenguaje más difíciles de aceptar, pero también de captar. Ante cualquier signo extraño los padres o maestros deberán recurrir al especialista cuanto antes.

Foto:
Consumer.es, Ocupate.edu.ar

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