LAS HADAS INSOMNES


...Voy a demostrarte que los que sufren en la tierra no están olvidados. Ven, apóyate en mí y no tengas miedo.

Y pasándola un brazo alrededor del talle, y sujetándola bien, se elevó lentamente con la niña en el espacio, abismándose en la negra obscuridad.

Reinaba allá arriba una paz infinita en un silencio inmenso. La noche era serena, y en el mar de sombra en que se anegaba el espacio fosforecía una irradiación sideral que iluminaba suavemente la penumbra. Guiada por el ángel viajero, la niña subía, subía, sintiéndose cada vez más envuelta en aquella tranquilidad majestuosa y llevada con una ligereza suma, como si hubiera cesado su humana pesantez. Y al tibio resplandor comenzó a descubrir multitud de siluetas de mujeres, pálidas e indecisas de contornos, flotantes en la atmósfera y en extrañas actitudes. Había muchas, y todas con el cuerpo tendido, de bruces, más alto que la cabeza, mirando hacia abajo. Así permanecían varios instantes, y luego aquellas figuras blanquecinas recobraban su posición normal, y las masas de velos blancos y largos cabellos sueltos que se espaciaban al elevarse, volaban a otros sitios de la bóveda celeste, donde se ponían de nuevo a escudriñar las tinieblas.


-¿Quiénes son ésas?- preguntó la niña al ángel muerta de curiosidad, secas ya sus lágrimas.

-Las hadas insomnes- la replicó su guía- No duermen nunca. Por la noche velan y por el día trabajan.

-¿Pero qué es lo que hacen ahora?

-Mirar. Sus ojos son lo que vosotros llamáis estrellas. ¿Te explicas ahora por qué corren los astros? Son las hadas que vuelan por el espacio y cambian de punto de observación.


Pasaban junto a una estrella melancólica, que temblaba sola en el espacio. Allí había inmóvil una hada insomne que parecía mirar, sin distraerse un punto, con tenaz fijeza.

-Esa no corre nunca; permanece ahí mirando quieta toda la noche, sosteniendo la fe de una ausencia. Si tú poseyeras los ojos de las hadas insomnes, verías allá abajo, muy abajo, en una ventana de la tierra, una mujer que contempla a esa estrella y que se deja acariciar por su luz.

¿Tú no has sentido nunca mitigadas tus penas considerando los astros? ¡Los que sufren no debieran de cerrar nunca las maderas sobre los vidrios!.


La niña no sabía lo que pasaba por su ser deslizándose entre las estrellas de cabellos flotantes, que a veces la acariciaban al pasar con sus madejas, vertiendo en ella una dulzura suprema, como si el más leve contacto con las hadas insomnes bastara para sentir la felicidad. Una mirada brillantísima, de fulguración intensa, parpadeaba en el cenit. Era tan hermoso el resplandor, que la jovencita se detuvo asombrada, murmurando:

-¡Qué lucero tan divino!

El ángel había advertido la emoción de la niña.

-Es la estrella polar- la dijo, - el hada de los navegantes. Esa sí que tiene tarea, porque es ella sola para todos y tiene que mirar continuamente a cuantos barcos cruzan el mar. El falucho más ignorado no está perdido para sus ojos.

Significaba aquello empresa tan grande, que la muchacha no pudo menos de murmurar:

-¿Y no se queda ciega?

-¡Las miradas de las hadas insomnes son eternas!.

(Texto: Alfonso Pérez Nieva http://www.cervantesvirtual.com/)

Aquí os dejo otra bandejita con un hada insomne para que sostenga la fe de vuestras ausencias y mitigue vuestras penas.

Bandeja de cristal decorada con la técnica del decoupage. Motivo de hada adornada con purpurina dorada, roja y verde; glitter malva y papel de arroz de diversos colores.

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